1. Iniciar un ciclo nuevo en la vida es como madrearte al mundo. Es estar dándote un viaje sin pagar pasaje.
2. He dejado gente atrás, no me arrepiento, porque ellos me dejaron a mí sin contemplaciones, sólo con un golpe tras otro. Yo sólo sé, ayer que me cuestioné si estimaba a esos grandes amigos. Pude responder que se les aprecia como personas, pero no daría ´mi corazón por ellos. No los quiero en definitiva, porque no sembraron honestidad mientras fueron mis amigos. Y el amor dicen que es como las plantas, se cuida, se riega y se perdona. Luego, se deja ir.
3. Hoy estoy muy contenta. Sola, o más bien dicho, con la mejor gente: mi familia. Celebrando un éxito más que Dios pone en mi camino.
4. Gracias a todos los que me estiman y se toman el tiempo de pasar por aquí y sentir buena vibra por lo que pasa por esta frontera :D
jueves, 20 de septiembre de 2012
domingo, 9 de septiembre de 2012
1. Hace un par de días leí a Clarice Lispector, una escritora nacida en algún diciembre como yo. Me sentí identificada. Escribía relatos, retazos de su vida en documentos hasta de un párrafo. Yo también escribo así, como si mi vida fueran escasas líneas: No tengo mucho.
2. Estoy viva y en muchos aprietos. Debo confesar que no he tenido cabeza para escribir, han sido como hechos que van encadenados unos a otros que me recuerdan que hay que tirar del esfuerzo y colgarse en la esperanza de que tal vez un día, escriba, y sólo eso, escriba.
3. Abrumar es un verbo frecuente en el insomnio.
4. Me he mantenido apática ante mi nueva novela, la trato como si ella fuera el muerto que debo desenterrar de la grava después de haber sido abandonada en algún terreno a las afueras de la ciudad. Hoy vine lejos, fuera de Monterrey para decidirme a sacarla de mi cabeza y pasarla a darle las manos, con todos los dedos que le tocarán la melodía de las teclas. (Esperanza-constancia)
5. Algo pasa. Y es Cecilia, mi nuevo personaje, ella está aquí: Libre.
6. Lispector dice: "...Sólo puedo escribir si estoy libre, y libre de censura, sino sucumbo."
7. Yo tengo miedo de hacerlo, de encontrarme y caer al fondo, pero sé, que no son mis personajes quienes tienen que salir de la grava, sino yo.
8. Deseenme suerte. Hoy empiezo novela y desentierro muertos.
2. Estoy viva y en muchos aprietos. Debo confesar que no he tenido cabeza para escribir, han sido como hechos que van encadenados unos a otros que me recuerdan que hay que tirar del esfuerzo y colgarse en la esperanza de que tal vez un día, escriba, y sólo eso, escriba.
3. Abrumar es un verbo frecuente en el insomnio.
4. Me he mantenido apática ante mi nueva novela, la trato como si ella fuera el muerto que debo desenterrar de la grava después de haber sido abandonada en algún terreno a las afueras de la ciudad. Hoy vine lejos, fuera de Monterrey para decidirme a sacarla de mi cabeza y pasarla a darle las manos, con todos los dedos que le tocarán la melodía de las teclas. (Esperanza-constancia)
5. Algo pasa. Y es Cecilia, mi nuevo personaje, ella está aquí: Libre.
6. Lispector dice: "...Sólo puedo escribir si estoy libre, y libre de censura, sino sucumbo."
7. Yo tengo miedo de hacerlo, de encontrarme y caer al fondo, pero sé, que no son mis personajes quienes tienen que salir de la grava, sino yo.
8. Deseenme suerte. Hoy empiezo novela y desentierro muertos.
domingo, 2 de septiembre de 2012
La
guerra de los mundos y yo en el 2012
Isadora Montelongo
El hombre sólo tiene dos opciones: morir o
sobrevivir. Eso me dijeron cuando
anunciaron el fin del mundo en el 2012. Tal vez, por eso me puse a leer “La
guerra de los mundos” de H. G. Wells, que posee una narrativa que transporta a
la perdida de la razón, al hambre, al
miedo, a la vulnerabilidad y a la insignificancia del ser humano ante la
invasión marciana que va a su paso destruyendo Inglaterra, dejando tras de sí
un color de muerte y sangre. H. G. Wells
inserta con sus descripciones al lector en el peregrinaje por sobrevivir de los
ingleses, todo esto contado por dos voces: el protagonista y su hermano. El autor se aferra a la
condición humana que traspasa lo inhumano, encarando al hombre ante la terrible
verdad: “no estamos solos”; sin embargo hay esperanzas para la raza humana ante
la evidente destrucción, porque el ser humano no en balde con un billón de muertes, a causa del rayo
calórico que despiden los trípodes de los marcianos, al final, se ha ganado el premio
de estar sobre la Tierra. ¿Tal vez, es
eso lo que le pase al hombre en este año? ¿Tal vez sólo es un acto natural de
las cosas? ¿El ser humano mata hoy a
todo lo que conoce en su planeta y mañana será asesinado? Me pregunto, al
esperar el 21 de diciembre de este año, pero aún así. La lucha por sobrevivir en un mundo que ha
cambiado de pastos verdes a rojizos por la plaga marciana, un aire limpio que
se ha vuelto negruzco por el veneno
marciano, nos hace asombrarnos de la capacidad de resistencia que el ser humano
tiene, que si bien ante la presencia marciana no podría ser sobre la tierra, sí
debajo de ella, como dice el último personaje que el narrador encuentra oculto
en una vieja casona en Londres. No hace que quede la duda que el hombre, en
esta novela, es la expresión de la sobrevivencia ante cualquier escenario, pero
no con ese orgullo victorioso norteamericano hollywoodense al que las
nuevas generaciones estamos acostumbradas a ver por televisión, sino al que con
la peor facha (la de un bicho rastrero convulsionado y con su última vida)
acalora su triunfo: vivir, atar la vida como lo más preciado por medio del
instinto.
La guerra de los
mundos es una novela con mecha, que sólo necesita ser leída para que estalle
como un rayo calórico directo a la carne
humana, a su frágil condición, pero a la más maldita, la que sobrevive bajo
cualquier especie dentro, o bien, fuera del planeta. ¿Quién es la plaga? Tal vez, lo sepamos después del fin del mundo
(2012).
Wells, H. G. La guerra de los mundos. (1999) Ed. Milenium; México; D.F.
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